martes, 7 de febrero de 2012

Lo que Dios ha unido....

Un larguísimo etcétera de motivos, hacen que hoy en día nos encontremos con un altísimo porcentaje de rupturas matrimoniales.
Las desavenencias matrimoniales, cuando incluyen a los hijos/as, constituyen un factor de riesgo, por ello ante esta situación no se trata de juzgar ni a uno ni a otros, sino abogar por el bien de los niños/as.
Los hijos/as lo llevarán mejor o peor, pero ningún niño/a está preparado para que uno de sus progenitores abandone “el nido”.
Unas recomendaciones muy serias a los padres cuando están en proceso de romper la unión que había entre ellos son:
1.       Dejar de batallar. Que la casa, mientras estén juntos deje de ser un cuartel.
2.       Explicar a los hijos/as la decisión tomada: no hace falta explicarlo “todo”, ni dramatizar, hay que dejarles claro que ellos no tienen nada que ver, darle tiempo para que lo asimilen…
Una vez que se ha producido la ruptura por el bien de los hijos/as debemos y tenemos que intentar:
-          Tener la mejor relación posible.
-          Manejar los conflictos de manera civilizada y sin la presencia del hijo/a.
-           Ser conscientes que  los hijos/as necesitan tanto del padre, como de la madre. No pueden experimentar sensación de abandono.
-          Tener un acuerdo en cuanto a la educación de los hijos y no quitar la razón al otro progenitor ni desautorizarlo.
-          Evitar la sobreprotección o el darles todo lo que pidan como herramienta para ir en contra del otro progenitor o para ganarse al niño.
-          Hablar bien del otro. Aunque en ocasiones se convierte en una tarea bastante difícil, no se debe olvidar que esa persona es el padre/madre de esos niños. Ningún niño está preparado para oír hablar mal del padre o de la madre.
-          Dar oportunidades a los hijos/as para hablar de los sentimientos que experimentan.

Los aspectos que no van a ayudar al desarrollo emocional de nuestros hijos/as entre otros son:
-          Pedirle a los niños/as que escojan entre sus padres.
-          Poner a los niños/as en el medio.
-          Hablar mal del otro padre.
-          Exponer a los niños/as a las discusiones.
-          Volcar nuestras frustraciones en los niños/as.
-          Usar a los niños/as de mensajeros, espías…
-          Usar a los niños/as de peones o de munición.
-          Decirle a los niños/as cómo deben sentirse.
-          Negar o descontar los sentimientos de los niños/as.
-          Descuidar las necesidades de los niños/as.
-           Expresar la ira inapropiadamente.
-           Expresar amargura, falta de respeto, u hostilidad hacia el otro padre.

Información extraída: documento EOE, libro de Martínez Vera, E. (2007), “¡Papá ayudadme! Trastornos que se pueden evitar desde la educación emocional”. Andamio.

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